La felicidad, cuestión de estado

7 abril, 2017

Mireia Cabero, Profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación

Quiero ser feliz, y lo quiero para mi y sobre todo, para mis tres hijos. Tú seguro que también. Anhelamos ser felices, cada uno a su manera. Este anhelo, tan inquieto por su complejidad, que ha llenado páginas de filosofía, literatura y libros de autoayuda, empieza a llenar también las conversaciones públicas y políticas.

El tema de la felicidad de la persona y del país ha iniciado su camino para convertirse en una cuestión de estado:

– En 2012 se publica el Primer Informe Mundial sobre la Felicidad, fruto del siguiente acuerdo del países miembros de las Naciones Unidas: la felicidad es un objetivo humano fundamental y de aspiración universal.

– En 2016, la OCDE invita a los países a poner el bienestar de las personas en el centro de la gobernación.

– En 2017, los Emiratos Árabes Unidos, en la cumbre del gobierno, hablan de felicidad mundial.

Las personas felices viven con más estabilidad emocional sus vidas, enferman menos, generan naturalmente climas emocionales colectivos positivos, tienen más probabilidad de éxito profesional, etc. Las personas felices son generadoras de riqueza. Lo dicen los científicos, y se empieza a hacer eco mediático y político.

Un país «de felices» genera más oportunidades de riqueza emocional y social, por lo tanto de riqueza cultural y económica. El anhelo político y sociológico para generar felicidad ha llevado a medir la felicidad de los países. Acaba de publicarse el World Happiness Repport de este año.

A qué felicidad se refiere el World Hapiness Repport?

A la felicidad del que puntúa alto en ingresos económicos, en esperanza de vida, en entorno social, en generosidad, en libertad, en confianza social y en ausencia de corrupción política y social.

Un país puede poner condiciones económico-pragmáticas fáciles para que las personas sean felices: riqueza económica, facilidades tributarias, condiciones de vida saludables, etc .; incluso puede poner condiciones sociales facilitadoras de la felicidad: democracia, libertad de expresión, transparencia política, seguridad, etc. Pero si un país no pone las condiciones emocionales para que las personas se sientan realmente felices, la felicidad no llega.

Ser felices va de puertas adentro, no de puertas afuera.

Para los que creemos que la Pirámide de Maslow es más que una serie de peldaños de necesidades humanas, no se nos escapa que estas variables de medida de la felicidad del World Hapiness Repport contemplan los peldaños de necesidades físicas, de seguridad y de pertenencia de Maslow.

Las necesidades de autoestima y de autorrealización no quedan representadas en este estudio mundial de la felicidad.

En Noruega todas las personas podrían odiarse a sí mismas, podrían sentirse poco valiosas y con baja autoestima, podrían encontrar falta de sentido y realización a sus vidas. El World Happiness Repport seguiría diciendo que es el país más feliz del mundo.

En la República Centroafricana todas las personas del país podrían sentirse valiosas, con una alta autoestima y alta fidelidad interior a sí mismas; podrían sentir que están desarrollando sus talentos, que su vida tiene sentido y se están realizando. El World Happiness Repport seguiría diciendo que es el país menos feliz del mundo.

Sabemos que el bienestar tiene seis dimensiones:

– el bienestar material,

– el bienestar físico,

– el bienestar emocional,

– el bienestar social,

– el bienestar en las organizaciones,

– el bienestar profesional.

El World Happiness Repport, podríamos acordar que, contempla el bienestar material, el físico y el social. Las variables del bienestar emocional, el bienestar en las organizaciones y el bienestar profesional no están reflejadas.

En Noruega todas las personas podrían detestar su trabajo, y trabajar en condiciones infrahumanas. El World Happiness Repport seguiría diciendo que es el país más feliz del mundo.

En la República Centroafricana las personas podrían trabajar en unas condiciones profesionales admirables, en una cultura organizacional respetuosa y empoderadora. El World Happiness Repport seguiría diciendo que es el país menos feliz del mundo.

El bienestar emocional, que es la vivencia emocional más cercana a la felicidad, se genera cuando las personas somos competentes emocionalmente, cuando tenemos integradas y sabemos hacer uso de las competencias emocionales básicas (conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, competencia social y habilidades por la vida y el bienestar, según Rafael Bisquerra).

En Noruega todas las personas del país podrían ser absolutamente incompetentes emocionalmente para afrontar la adversidad y generar bienestar emocional. El World Happiness Report seguiría diciendo que es el país más feliz del mundo.

En la República Centroafricana las personas podrían ser las más competentes emocionalmente del mundo. El World Happiness Repport seguiría diciendo que es el país menos feliz del mundo.

Necesitamos añadir a este estudio la medida de la competencia emocional del país y su tendencia de clima emocional como país. Un país feliz requiere de personas felices, con competencia emocional para ser felices.

Auténticas políticas para el bienestar emocional. El reto.

En Cataluña, concretamente, los datos de suicidios (531 personas se suicidaron el año 2015 y se produjeron 10.620 intentos el mismo año, es la primera causa de muerte de los jóvenes), de consumo de psicofármacos (más de 15 millones de unidades en 2015), y los datos registrados en los centros de atención primaria (el 30% de las consultas a los médicos de familia se relacionan con malestar emocional) nos informan, entre otros, de un bienestar emocional más que dudoso; y de unas competencias emocionales más que dudosas, también.

Las circunstancias de la vida son complejas, mucho; las personas necesitamos aprender recursos emocionales de calidad para poder relacionarnos positiva y éticamente con la complejidad y la adversidad. Es necesario que los entornos en los que vivimos nos proporcionen estos aprendizajes estratégicamente, y de forma natural e integrada en el día a día.

Necesitamos el compromiso social y responsable de los líderes sociales para velar por el desarrollo emocional de los ciudadanos en todas las etapas vitales, a todos los contextos sociales, transversalmente, masivamente.

– Nos hace falta cultura emocional, y pública (que todo el mundo tenga acceso y que todos los entornos estén sensibilizados y acompañados).

– Nos hace falta aprender como sociedad a normalizar el desarrollo de las competencias emocionales.

Actualmente en Breda y Hostalric  se está realizando el proyecto «Villas por el bienestar» es el primer proyecto en el mundo generador de cultura emocional pública. En los próximos años estará haciéndose una prueba piloto que irá demostrando los efectos emocionales que tiene en los diferentes colectivos el desarrollo de competencias emocionales.

Cataluña empieza a atreverse a dar un paso más tras las indicaciones de la OCDE. Al igual que lo necesita nuestro país, lo necesita Noruega y la República Centroafricana.

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Autor / Autora
Profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación.