Cómo gestionar el proceso del duelo en la infancia

4 mayo, 2020

Zenaida Aguilar Vijande, profesora colaboradora del máster en Psicología Infantil y Juvenil: Técnicas y Estrategias de Intervención y psicóloga en el Instituto Carl Rogers, da recomendaciones para gestionar el duelo en la infancia.

La situación sobrevenida a raíz de la pandemia por el coronavirus Covid-19 está comportando una serie de problemáticas y dificultades no sólo sanitarias sino también sociales y de gestión psicológica. Entre ellas una de las más dolorosas está siendo la muerte de personas en soledad, donde la despedida entre familiares no ha sido posible y por tanto el proceso de duelo es más complejo. Este hecho es doloroso para todos y todas, mayores y pequeños. Por ello, dentro de la complejidad que conlleva este proceso, he decidido crear una guía orientativa sobre el duelo en la infancia para acompañar a los niños y niñas en este proceso. 

El proceso del duelo en la sociedad

Para todo ser humano, las relaciones sociales son sumamente importantes. Cuando estos lazos afectivos se pierden por la muerte de nuestros seres queridos, trae como consecuencia un estado afectivo al que llamamos duelo

Actualmente estamos en continuo contacto con el duelo, nos referimos a la pérdida de seres queridos, de personas importantes para nosotros, pero también de personas importantes para otros, también vivimos el duelo de no ver a nuestros amigos y amigas, familia… De no poder ir al colegio o trabajo hasta no sabemos cuando o incluso de no poder ir al parque. Llamamos duelo al proceso de adaptación emocional ante cualquier pérdida, y por desgracia, actualmente son muchas las pérdidas que vivimos.

Por ello, aunque este artículo está orientado a la pérdida de un ser querido podría adaptarse a cualquier otro tipo de duelo. 

El duelo en las niñas y niños

Para hablar de duelo en la infancia me parece importante empezar por los adultos que van a acompañar al niño o la niña. Si eres madre, padre, cuidador, cuidadora o cualquier otro referente, te invito a que te tomes un momento para darte cuenta de cómo te sientes ante esta pérdida, sobre cómo vives el concepto de la muerte , qué significado tiene para ti, cómo te explicaron cuando eras pequeño o pequeña la muerte, qué sentido le das… Párate y date cuenta de cómo te sientes cuando tu hijo o hija está sufriendo, si puedes escucharlo, si puedes sostenerte y sostenerle a la vez.

Cuando un niño o niña sufre una pérdida lo que ocurre es que la sensación de seguridad se tambalea (…) Por ello, el objetivo transversal será proveer a este niño o a esta niña de esa sensación de seguridad, ayudándole en su proceso de reestructuración. 

Elisabeth Kübler-Ross, inspirada por los valores de Carl Rogers, decía que los niños y las niñas van a vivir  la muerte dependiendo de cómo sus referentes la vivan, según cómo ese tema sea tratado por los adultos. Vemos que en ciertas familias la muerte no se nombra , pasa a ser un tema tabú, y cuando estos niños se convierten en adultos, pueden aparecer más dificultades para atravesar el duelo. 

Si como adulto o adulta te sientes capaz de poder colocarte frente a tu hijo o hija y hablarle del duelo te invito a que continúes leyendo. Si sientes que esto te sobrepasa y o que esto te afecta tanto que no puedas atender las necesidades del niño, te animo a que puedas pedirle a una persona cercana que pueda acompañar a tu hijo o hija o quizás poder pedir ayuda a personas externas a tu entorno.

Cuando un niño o niña sufre una pérdida, o incluso un adulto, lo que ocurre es que la sensación de seguridad se tambalea. La pérdida repentina sobre todo genera una sensación de falta de control y de seguridad que puede llegar a ser muy abrumadora, algo interno se mueve dejando un vacío muy doloroso. Como si se rompiera nuestro propio edificio interno de creencias sobre la vida y sobre todo aquello que conocíamos hasta ahora. Por ello, el objetivo transversal será proveer a este niño o a esta niña de esa sensación de seguridad, ayudándole en su proceso de reestructuración. 

Consejos para gestionar el duelo en la infancia según la edad

Cómo un niño o niña elaborará el proceso del duelo dependerá de varios factores: la etapa evolutiva en la que se encuentre, su entorno y, sobretodo, por la actitud que tomarán los adultos que rodean al niño.

Para ello hemos de…

– Ser honestos y transparentes: Sabemos que los pequeñines y las pequeñinas tienen un sexto sentido que todo lo huele, que todo lo intuye. Por ello vamos a tratar de evitar adornar la historia y, sin ser del todo crudos, vamos a tratar de explicarle lo que ha ocurrido.  Vivimos en una sociedad en donde tendemos a ocultar la realidad sobre la muerte y los rituales de despedida a los menores de edad provocándoles dificultades en la gestión de la vida adulta. 

– Mostrarnos congruentes: Quizás cuando compartamos con ellos y ellas podamos sentirnos tristes o sentir miedo por cómo explicarles a ellos lo que ha sucedido. Estará bien sentirlo y mostrárselo a ellos, siempre tratando de darles seguridad que necesitan.

De 0 a 3 años

Dependiendo de la edad podrán ser más o menos conscientes de la pérdida, esto coincide con el propio desarrollo del niño o de la niña. Por ejemplo, desde el nacimiento hasta los 3 años, en esta edad son tan pequeños que no entienden el concepto de la muerte como tal pero sí que perciben los sentimientos de abandono o de separación que les genera la muerte de la persona que querían. Si son personas con las que tienen poco contacto, quizás no lleguen a darse cuenta de la pérdida; por el contrario, si es una persona muy cercana para el niño o la niña  sentirán el dolor del abandono y quizás puedan relacionarlo con la ausencia de esta figura. Por ello es importante que otra persona pueda proveerle de aquello que cubría la persona fallecida.

Entre 4 y 7 años

Entre los 4 y 7 años, entienden la muerte de manera más limitada ya que pueden entender la muerte de forma reversible y provisional. Es una etapa donde el pensamiento mágico predomina, por eso a veces pueden sentir que la persona pueda regresar. Por eso es necesario ser claros en nuestras respuestas, y explicar la irreversibilidad de la muerte. 

Son más conscientes y pueden entender la muerte como algo mágico y sentir que la persona pueda regresar, son muy imaginativos por lo que pueden preguntar mucho, preguntas muy muy incómodas que pueden costar a veces responder. Es importante ser congruentes, es preferible decir que no lo sabemos a inventarnos algo que puedan confundirlos más. En esta edad pueden verse comportamientos poco habituales en ellos como hacerse pis, estar más irritables, no mostrar sus sentimientos…

De 7 a 12 años

En esta edad, de los 7 años a los 12 años, ya pueden diferenciar de manera más clara la realidad de la fantasía. Aunque el niño puede entender más claramente la muerte, puede que no sepa cómo afrontarla de manera adecuada. Su proceso comienza a parecerse al duelo adulto y pueden pasar por fases similares: por una primera fase de negación en la que se muestran felices como si nada pasase, después pueden pasar por la rabia, quizás pasar por  la fase de negociación en la que pueden sentirse culpables por lo que ha pasado y pueden llegar a sentir una tristeza que les inunda llevándoles a la fase de depresión si no consiguen expresar lo que sienten.  

En la adolescencia

En esta fase debemos tener en cuenta que junto a la pérdida de la persona que quieren, se junta con un proceso personal de mucho cambio. En esta etapa, pueden aparecer comportamientos de aislamiento, culpabilidad o el aplazar su propio dolor y convertirlo en rabia, impotencia o miedo.

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10 recomendaciones para gestionar el duelo en la infancia

1- Comunicarlo lo antes posible: buscar un lugar adecuado y un momento adecuado, explicar cuanto antes mejor con un lenguaje fácil y sencillo que lo ha sucedido, sin utilizar eufemismos que generan mucha confusión como “se ha ido”, “se fue al cielo”, “se ha quedado dormido para siempre”…. Si es una muerte que se preveía, es mejor ir preparando al niño poco a poco y con antelación. Poder visitar al enfermo al hospital ayuda a poder procesar lo que está sucediendo y entender mejor porque la persona que queremos no está donde suele estar. 

2- ¿Cómo se lo explicamos?: vamos a tener en cuenta las características individuales y de la edad que tenga el niño o la niña. Adaptaremos el lenguaje, la forma de explicarlo, el momento… Por ejemplo puede ayudarnos un cuento sobre duelo, relacionar con otras pérdidas conocidas para ellos y ellas como por ejemplo la muerte de un animal, de alguna planta, quizás poner un ejemplo de una película… Es importante que respondamos a sus preguntas por muy alocadas que sean, esto les dará seguridad. Y si desconocemos la respuesta, poder asumir que no lo sabemos y que para nosotros tampoco es fácil entenderlo. 

3- ¿Cómo acompañarles en su expresión?: cada niño y niña va a tener su forma de expresión de lo que siente, es importante mostrarse atentos y ayudarles a que se den cuenta de que esa expresión de rabia quizás es dolor, es tristeza… Es consecuencia de cómo se sienten en relación a la pérdida que acaban de experimentar. Que quizás el haberse hecho pipí esta noche tiene que ver con lo que siente y no con que vuelve a ser pequeño o pequeña. Algunos no se muestran tristes y se sienten culpables por ello, va a estar bien también acogerles con ello y no juzgarles, respetando siempre sus ritmos. 

En algunos niños puede surgir el miedo a perder a otras personas, otros pueden hacer conductas de regresiones (necesitar más atención, más contacto, succión del pulgar,…). Además, puede surgir de nuevo el miedo a la oscuridad, estar más irritables, sentirse culpables, sentirse desmotivados…Y no olvidemos el cuerpo, ya que algunos niños y niñas pueden somatizar sintiendo dolor de barriga, de cabeza, dolor en el pecho…

4- Mantener las rutinas les dará seguridad: quizás podemos explicar lo que pasará de aquí en adelante, quizás algunas cosas cambien pero otras seguirán igual y esto les irá bien saberlo.

5- ¿Qué repercusiones está teniendo en su vida?: estar atentos para ver si está afectando algunas áreas de su vida. Cuando la parte emocional no está bien no podemos concentrarnos, memorizar, nos cuesta más estar con los otros….Es importante tener en cuenta que los resultados académicos pueden verse afectados en un proceso de duelo.

6- Compartir lo que sentimos: no tengamos miedo de compartir la tristeza, la rabia, la impotencia delante de los niños, siempre siendo seguros para ellos y ellas. Puede que pensemos que tenemos que proteger al niño o niña de nuestras lágrimas, o no queremos que sufra más de la cuenta, pero si les mostramos de vez en cuando que nosotros o nosotras también lloramos por la pérdida de la persona que queríamos, ayudaremos a normalizar la expresión de la tristeza de manera sana para cuando ellos sean adultos. Si escondemos nuestras emociones y les mostramos que “todo va bien”, ellos aprenderán a congelar sus emociones y el daño puede ser mayor. Somos modelos de imitación para ellos, así que mostrando nuestras emociones, les estamos enseñando a poder expresar las suyas de manera sana.

7- No tener miedo al dolor: a veces nos asusta ver el dolor de los otros, pero es inevitable y estará bien que podamos acogerlo y no llevarlo a otros lugares minimizando lo que sienten. Lo importante es que noten nuestra presencia y nuestro acogimiento. Por ello hemos de animarles a expresar lo que sienten. A veces se nos escapa un “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, ”no está bien enfadarse así”…Esto cortará la libre expresión y le impedirá el procesamiento de la pérdida. Recordad que no podemos proteger a los niños/as de la muerte, pero sí que podemos ayudarlos en su proceso de duelo, validando lo que sienten, ayudándoles a poner palabras a lo que están sintiendo y acogiéndoles con todo lo que vaya surgiendo, sin miedo.

8- Podemos acompañar diciendo… “Entiendo que te sientas así, duele mucho perder a alguien”, “Entiendo que ahora no te apetezca hablar de ello pero podemos estar en silencio abrazándonos”, “Es terrible lo que ha pasado, cuando lo necesites puedes compartirme cómo te sientes”, “No tengo palabras pero podemos compartir el silencio” , “A mi también me entran muchas ganas de llorar cuando pienso en él”, “Yo también lo echo mucho de menos, cuando me siento así me acuerdo del momento que…”.

9- El amor no se acaba: la realidad es que nos despedimos de una parte,  pero quedan recuerdos, imágenes, sensaciones… Esas sensaciones no se olvidarán y estarán bien tenerlas en cuenta y ponerle palabras. Frases como “papá murió pero siempre seguirá dentro de nuestros corazones” o “le queremos mucho y le seguiremos queriendo mucho, aunque ahora ya no lo podremos ver o abrazar”. 

10- Realizar un ritual: es importante hacerles partícipes del ritual de despedida siempre que ellos y ellas quieran. En la medida de lo posible, es conveniente que los niños puedan asistir al tanatorio y al funeral, para así poder empezar a digerir lo que ha sucedido y empezar a elaborar el duelo adecuadamente. Si el niño no desea ver al cadáver o participar en el ritual de despedida, será necesario escuchar su deseo y respetarlo. Es importante poderle explicar al niño que el cuerpo no siente nada y que ya no sufre. En el momento en el que nos encontramos, no podemos ir al tanatorio o cementerio como tradicionalmente se hace, pero podemos hacer otro tipo de rituales “caseros”.

Por ejemplo podríamos buscar un lugar cómodo y tranquilo, conectar con el corazón profundamente con la persona que perdimos y expresar las sensaciones que vengan. A partir de ahí vamos a nombrar los recuerdos sobre la persona que perdimos, recordar momentos hermosos, quizás podemos dirigirnos a esta persona para expresarle lo que se nos quedó por decir, quizás queremos pedirle perdón o decirle que le perdonamos y agradecerle todo lo que nos aportó. Podemos utilizar fotos para ello, también crear una caja de recuerdos, dedicarle un dibujo, una canción…

Otra dinámica muy bonita que se puede hacer es inflar un globo, atarle una cuerda en la que pegaremos papeles con mensajes hacia esta persona y dejarlo volar, (pueden ser garabatos si los niños son muy pequeños), para que le llegue a su corazón. Se le pueden escribir cartas, crear un baile, una canción… Para ello, los niños y niñas son muy creativos, podéis sugerir ideas y que ellos lo hagan a su manera. De alguna manera se trata de crear un espacio único para decirle lo importante que ha sido para él o ella y darle voz a lo que hay dentro de uno o una.

Pero sobre todo, mucho amor, mucho acogimiento y mucha presencia. Esto no es fácil para nadie, así que mejor juntos y juntas.

 

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Autor / Autora
Profesora colaboradora del máster en Psicología Infantil y Juvenil: Técnicas y Estrategias de Intervención y psicóloga en el Instituto Carl Rogers.
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