Cómo integrar las redes sociales en la intervención psicológica con adolescentes

8 octubre, 2018

Neus Nuño, profesora colaboradora del Máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil.

Una encuesta sobre redes sociales y adolescentes realizada por el Pew Research Center y llevada a cabo entre marzo y abril del 2018 muestra de qué manera ha aumentado y diversificado el uso entre este público en los últimos años. Comparando con una encuesta anterior sobre el mismo tema de redes sociales y jóvenes, en tres años, plataformas como youtube, Snapchat o Instagram han desbancado Facebook, la red social por excelencia.

En nuestro entorno los datos no son tan detalladas, pero es también evidente el aumento del uso de los smartphones en la población adolescente (un 99% de los jóvenes de entre 16 y 25 años han hecho uso del teléfono móvil en los últimos tres meses según datos del Idescat sobre el uso de las TIC y de la Encuesta sobre equipamiento y uso de TIC en hogares en 2017 del Instituto Nacional de Estadística de 2017).

Todos estos datos no hacen más que evidenciar un cambio muy importante en la manera con la que los adolescentes se relacionan con el mundo. La construcción de las relaciones sociales pasa, casi de forma inevitable, por el uso de estas nuevas formas de comunicación.

Ventajas y desventajas de las redes sociales

Ante esta evidencia la pregunta que los profesionales de la salud mental nos hacemos es si esta nueva manera de interactuar puede llegar a ser perjudicial para los adolescentes o, por el contrario, los puede favorecer.

La encuesta del Pew Research Center pregunta directamente a los adolescentes para esta cuestión. La percepción de los jóvenes es diversa y, como era de esperar, sus opiniones quedan repartidas entre las ventajas y las desventajas en el uso de las herramientas digitales.

La ventaja principal de las redes y herramientas digitales es sin duda la facilidad en la comunicación. Los jóvenes pueden interactuar sin interrupción a través de varios canales y sin importar los kilómetros de distancia que haya entre ellos. Además, las redes sociales permiten establecer vínculos entre jóvenes que comparten intereses y que de otra manera sería muy complicado que pudieran llegar a conocerse.

En la otra cara de la moneda se sitúan las opiniones desfavorables. Según la encuesta, lo que más preocupa a los jóvenes es la facilidad que da la red para hacer correr rumores y atacar a los demás. El anonimato y la facilidad que supone hablar de otras personas sin tenerlas delante hacen que las redes sociales a veces se conviertan en el vehículo perfecto para la crítica y la burla.

Un aspecto que también debemos tener en cuenta es la imagen que los jóvenes proyectan en las redes. Aplicaciones como el Instagram, por ejemplo, a menudo son escaparates de vidas y cuerpos supuestamente perfectos. Esto puede llegar a constituir un problema si tenemos en cuenta que la adolescencia es una edad en la que se es más vulnerable a la aparición de inseguridades y complejos.

Tan la facilidad para opinar detrás de una red social como la impuesta felicidad y perfección que a veces reflejan determinadas aplicaciones pueden contribuir al surgimiento de dos de los problemas más frecuentes que nos encontramos en la intervención psicológica infantojuvenil: El acoso o ciberbullying y la depresión infantil y juvenil.

La visión de la Psicología

El bullying y ciberbullying es un tipo de acoso que cada vez más nos encontramos en las aulas. Cuando se detecta un caso, es muy importante trabajar para detener las conductas que están afectando al menor y luego enfocar la intervención hacia las dos partes implicadas, acosador y acosado.

Debido a un mayor conocimiento de la problemática, cada vez más en las escuelas incluyen programas de prevención del bullying que pretenden informar al alumnado para que sea capaz de identificar el acoso y tenga herramientas para informar al adulto. También es muy importante que estos programas promuevan la concienciación entre alumnos, profesores y familia.

Por otra parte, no es extraño encontrarnos en consulta con adolescentes que se sienten tristes y con una baja autoestima. Si bien no podemos atribuir este hecho exclusivamente al uso de redes sociales como Instagram o Snapchat, sí que la exposición a estos estímulos puede ser un factor más que esté influyendo en algunos de los casos. Este tipo de redes sociales promueven la exposición de la mejor versión de nosotros mismos, incluso con el uso de filtros que perfeccionan todo lo que mostramos. Es relativamente fácil, pues, que los adolescentes caigan en comparaciones y que el número de «me gustas» o de seguidores convierta en ocasiones una medida de reconocimiento social.

Desde el Máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil que ofrecemos en la UOC se trabaja para incluir estos aspectos en el estudio de la intervención infantojuvenil, abrazando tanto la prevención como la intervención de casos específicos.

En la intervención psicológica con niños y adolescentes no podemos dejar de lado el mundo virtual de comunicación, pero lejos de verlo como una amenaza, lo mejor que podemos hacer es aliarnos con él, interesarnos por saber lo cosas mejor y aprovechar sus ventajas.

Estas nuevas formas de expresión y comunicación son simplemente otras maneras complementarias de relacionarnos, crecer y comprender el mundo. Aparte de su función socializadora, y sobre todo por los adolescentes, estas herramientas participan también en la construcción de su identidad, en saber lo que les gusta y lo que no, al crear y compartir pensamientos y opiniones. Asimismo, también constituye un instrumento que puede ayudar a desarrollar, afianzar o invalidar creencias.

Por lo tanto, aunque los niños y adolescentes crezcan en una realidad cada cuanto más virtual, en el fondo seguimos hablando de pensamientos, creencias, construcción del yo y autoconcepto. Son estos los aspectos con los que hemos trabajado hasta ahora los psicólogos y con los que tenemos que seguir trabajando en consulta, independientemente de en qué entorno se estén desarrollando.

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Autor / Autora
Profesora del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil